Restauración monárquica (1814-1848) , características y causas

Resumen de la Restauración monárquica

Como Restauración monárquica (absolutista) se conoce el proceso político reaccionario ocurrido en Europa durante el siglo XIX a partir de la caída de Napoleón Bonaparte. La restauración de las monarquías absolutas se desarrolló entre 1815 y se prolongó hasta 1848.

A continuación, te hablaré sobre las causas que originaron la Restauración monárquica, sus características y los países en los que ocurrió este proceso, así como sus consecuencias.

Causas de la Restauración monárquica

El proceso de liberalización política europeo fue iniciado en Francia por la Revolución Francesa a finales del siglo XVIII. De forma rápida, las ideas liberales ganaron fuerza debido a las guerras napoleónicas y a las guerras de independencia de las colonias de América. Esta situación causó gran inestabilidad y temor en todas las monarquías de Europa.

Como consecuencia, una vez derrotado Napoleón Bonaparte, las monarquías de Europa se aliaron entre ellas para defenderse mutuamente, promoviendo así el principio de intervención. Este consistía en el compromiso de los reyes de acudir en defensa de sus pares ante cualquier amenaza revolucionaria.

El Congreso de Viena de 1815

Este congreso fue convocado en 1814 por las principales monarquías europeas una vez que fue derrotado Napoleón Bonaparte. La excusa de las potencias que participaron para realizar el congreso fue reorganizar el territorio europeo.

Sin embargo, el espíritu imperante en la representación de la mayoría de las potencias era abogar por la restauración del Antiguo Régimen de monarquías absolutas. El único país que no secundó esta iniciativa fue Gran Bretaña.

Los principales protagonistas de este congreso fueron los embajadores de Austria, Metternich; Gran Bretaña, Castlereagh; Rusia, Alejandro I; Prusia, Humboldt y Francia, Talleyrand.

Características de la Restauración monárquica

El principio que se impuso durante el Congreso de Viena fue el de la reafirmación de la legitimidad del gobierno monárquico producto del derecho divino. Este fue el argumento que le permitió al embajador de Francia, Charles Maurice de Tayllerand, imponer a Luis XVIII de Borbón como rey de Francia.

Las cinco principales potencias de Europa optaron por una política pragmática antibelicista. Para lograr la paz establecieron un orden que les garantizaba un equilibrio de poder entre ellas. Para hacerlo lograron acuerdos de redistribución del territorio europeo.

La principal característica de la Restauración monárquica fue la alianza entre reyes para evitar cualquier amenaza al poder absoluto que detentaban desde el Antiguo Régimen.

La Santa Alianza durante la Restauración monárquica

Uno de los principales pilares de la Restauración monárquica fue la Santa Alianza. Esta fue una alianza establecida entre los tres reyes cristianos de Prusia (luterano), Austria (católico) y Rusia (ortodoxo).

Estos monarcas a pesar de sus diferencias confesionales afirmaron su derecho a gobernar por la gracia de Dios. Inglaterra, país que no quiso suscribir este principio, propició la reformulación de la alianza, convirtiéndola en cuádruple y basándola en cuatro principios o políticas.

  1. La oposición a cualquier forma de gobierno liberal.
  2. La preservación de la conformación territorial existente.
  3. La creación de un ejército listo para intervenir en favor de cualquier miembro de la alianza que lo necesitara.
  4. La celebración de congresos periódicos para relanzar la alianza y sus normas.

En 1818 se sumó Francia a la alianza, convirtiéndola así en quíntuple. Producto de este hecho la alianza intervino en España y Nápoles para evitar los proyectos políticos liberales que se intentaron en estas regiones en 1823.

La Alianza incluso llegó a plantearse la posibilidad de intervenir en América en contra de las gestas independentistas que allí se realizaban para reafirmar la autoridad del rey de España en sus antiguos territorios ultramarinos.

Sin embargo, la intervención en América nunca ocurrió debido a que en 1823 el presidente James Monroe presentó al Congreso de los Estados Unidos la doctrina que lleva su nombre, pero que fue creada por John Quincy Adams. Esta doctrina se puede resumir bajo el lema de América para los americanos.

La Doctrina Monroe rechaza toda intervención colonialista de Europa en América del Sur, ya que esta sería considerada una agresión directa contra los Estados Unidos de América. Aunque este país en aquel momento apenas tenía cuarenta años de independencia y distaba mucho de ser una potencia mundial. Sin embargo, con su declaración logró un efecto disuasorio contra las pretensiones de la Santa Alianza y de Gran Bretaña.

La Santa Alianza y la Restauración monárquica en España

El rey Fernando VII de la dinastía borbónica fue aclamado por el pueblo como rey legítimo a su regreso en 1814. Sin embargo, pronto se reveló como un monarca absolutista al derogar la Constitución de Cádiz y gobernar con su entorno de espaldas a los deseos de la población.

Por estos motivos, el coronel Riego se sublevó en Sevilla en 1820 y dirigió sus tropas en contra del rey obligándolo a restituir la Constitución de Cádiz. De este modo se instauró una monarquía constitucional durante un período de tres años conocido como el trienio constitucional.

En 1823 las potencias que formaban la Santa Alianza intervinieron en España en favor de la restauración monárquica absolutista. Un ejército dirigido por el Duque de Angulema, conocido como los Cien Mil hijos de San Luis, derrotó al coronel Riego. Este fue ejecutado y los poderes absolutos del rey Fernando VII fueron restaurados durante los siguientes diez años de su gobierno.

Las revoluciones liberales y el fin de la Restauración monárquica

A partir de 1830 en toda Europa se iniciaron una serie de movimientos que se oponían a las monarquías absolutas y promulgaban la instauración de monarquías constitucionales. El principal objetivo de estos movimientos reformistas era alcanzar mejores condiciones de vida para la pequeña burguesía y para la clase baja.

Bélgica logró su independencia de los Países Bajos e instauró una monarquía constitucional bajo el mando de Leopoldo I. En el caso de Francia se depuso al rey Carlos X de Borbón y se impuso a un nuevo monarca constitucional, Luis Felipe de Orleans.

En España, a la muerte de Fernando VII se iniciaron las guerras carlistas que buscaban impulsar un gobierno de cuño liberal. En Italia, Polonia y Alemania también surgieron movimientos liberales. Todas estas revueltas fueron sofocadas por la Santa Alianza.

La Primavera de los Pueblos de 1848

En 1848 se inició la revolución conocida como la Primavera de los Pueblos. Esta se originó en Francia debido a que Luis Felipe I de Orleans no supo satisfacer las demandas de los sectores bajos de la población. Producto de sus políticas se desató una crisis económica que causó el paro de muchos trabajadores.

La pequeña burguesía en conjunto con el proletariado inició una revuelta que obligó a dimitir a Luis Felipe I y promovió la instauración de la Segunda República francesa. Esta tuvo un gobierno de cuño liberal con carácter social que buscó mitigar las penurias causadas por el último rey de Francia.

Esta revolución tuvo repercusiones en otros países. En Austria el emperador tuvo que aceptar la instauración de una Asamblea Constituyente, el embajador Metternich dimitió y huyó del imperio, Hungría y Chequia alcanzaron mayor autonomía.

La revolución en Alemania tuvo un carácter nacionalista. El emperador de Prusia, Federico Guillermo IV también aceptó la creación de una constitución censitaria.

En cuanto a la península itálica, en Veneto se logró la independencia de Austria, en Lombardía, los Estados Vaticanos, Nápoles y Sicilia se impusieron las ideas nacionalistas, aunque la revolución fracasó sirvió de inicio para el proceso unificador de Italia que ocurriría pocos años más tarde.

Aunque el movimiento revolucionario de 1848 no logró formar un nuevo régimen político en Europa, si se puede considerar que fue el final de la Restauración monárquica.

Las ideas democratizadoras impulsadas por los movimientos de 1848 comenzaron a ganar terreno y reformar los regímenes de cada país, brindando mayores derechos a las clases obrera y campesina, así como a la pequeña burguesía.